viernes, 6 de julio de 2012

Crónica juarileña electoral

Pues con todo y que pronto estrenaremos presidente del PRI y primera dama telenovelera,  me ocupo de permanecer serena y no perder el estilo mientras prendo un cigarro tras otro.

Las situaciones positivas que me tocaron vivir como representante del Partido del Trabajo (sí, del PT) en el sitio mismísimo de los aconteceres fueron varias: la amplia participación de los juarileños, la disposición amable de los funcionarios de casilla, y el orden en el que transcurrió el día, aderezado con los saludos de los vecinos que fueron a votar y se sorprendieron de que no fuera yo panista, hizo que las inclemencias propias del día se sintieran ligeras.
Las cuentas nos cuadraron, las actas se redactaron  y fueron distribuidas en orden, y todos pudimos hacer nuestras tareas civilmente. No sufrimos de acarreos, nos echaron porras, e incluso algunas personas nos felicitaron por cumplir con nuestro compromiso cívico. Todo esto habla de la calidad de la gente que habitamos en el sector poniente de la señorial Colonia Juárez, somos pocos pero interesados e informados: ciudadanos que valoramos el poder de nuestro voto.

De los resultados. Lamento profundamente que se impusiera la inevitable eficiencia priista. Lamento también que mis temores de hace doce años se vieran cristalizados en estas elecciones. Cuando ganó el PAN en el 2000 con el ignorante y corto rancherote que decidimos colocar al frente del gobierno de este sufrido país y nótese que escribo decidimos, aunque yo no voté por él pensé que podrían pasar dos cosas si nos iban mal:

1.       Si la izquierda actuaba con inteligencia, en seis años podríamos ganar con un candidato fuerte. En el 2006 sucedió el más deshonroso de los fraudes electorales de los últimos tiempos y, AMLO “perdió” frente a FECAL. Nos fue igual o peor. Con todo respeto los izquierdosos nos hicimos bolas, y pasó lo que tenía que pasar.

2.       Si el pinche PRI actuaba con inteligencia, dejaría que los izquierdosos nos fragmentáramos, que el PAN hiciera sus pendejadas, y con estas adecuadísimas condiciones movería sus fichas para acomodar gente, negociar acuerdos, alinearse en torno a su candidato, y así, aprovechar para entrar en caballo de hacienda de nuevo a Los Pinos.
Fatalmente pasó lo segundo. Yo sólo espero que para el siguiente sexenio las cosas evolucionen y capitalicemos lo que nos pasó. No me quejo ni reprocho, simplemente pienso que esto debemos tomarlo como una oportunidad para unirnos y comenzar a trabajar desde ahora para que las cosas cambien. Yo estoy puesta ahora, como lo estuve antes. Por otro lado veo también una oportunidad para convertirnos en ciudadanos más exigentes y demandar resultados claros durante este sexenio, eso implica involucrarnos y no justificar, esforzarnos y participar.

Hablando de frivolidades, otra situación mortifica mi ánimo: es la crisis de los cuarenta y tantos. Me explicaré con una breve anécdota que me sigue causando estupor.
Hace poco mi flamante automotor averióse, y me vi forzada a transportarme en taxi. Un amigo tuvo la consideración de prestarme su auto en lo que me entregaban el mío. Pasó el trance y agradecida le abordé un buen día:

Querido, no sabes qué agradecida estoy por lo que has hecho por mí. No sé cómo pagarte. ¡Pídeme lo que quieras!
¿En serio? contestó con timidez ¿Lo que yo quiera?

afirmé con lúbrico servilismo tú pide, y yo cumpliré…

Es queee… no vas a querer…

Mi opinión no importa…confirmé mientras cruzaba la pierna, y soltaba un botón de mi blusa Tú tienes toooodo el derecho a hacer conmigo lo que te plazca…

Esteee… ¿en serio? ¿Y no te enojas?

Yo no me podría enojar contigo ahora… tu ordena, y yo obedezco insistí acercándome peligrosamente.

Esteeee… bueno… entonces… pero en serio… ¿puedo pedirte lo que yo quiera?

Claro que sí, ven, pídemelo en secreto, acércate y dime al oído qué quieres...

Bueno… ¿me prestas tu coche para el fin de semana? ¡Es que está bien padre!

¡Plop!