miércoles, 24 de octubre de 2012

De la estrategia para la estatua azerí

En relación a lo planteado en http://fabricademitos.com/de-monumentos-y-proceres/ sobre la estatua del prócer Heydar Alíyev, me quedé pensando en cómo hacer para mudarla de lugar, colocar nuestros Indios Verdes, y que todos estén conformes.

Si las autoridades competentes son hábiles, podrían llevar a cabo la re-ubicación durante la ausencia del excelentísimo embajador de Azerbaiyán. Cuando él repare en el cambio seguramente mandará a un propio a la Secretaría de Relaciones Exteriores o a la SEDUVI para pedir una explicación. Irremediablemente el personaje —que podría ser hasta el mismísimo excelentísimo— llegará a la oficina de un funcionario (es importante que todo esto ocurra con la nueva administración). Lo más probable es que se desarrolle un diálogo más o menos así:

Funcionario (F): A sus órdenes, excelentísimo señor embajador.
Embajador (E): Pues verá usted, licenciado. Estamos muy molestos porque pasamos por el Parque de la Amistad para admirar la efigie de nuestro amado Heydar Alíyev y nos hemos encontrado con que ya no está… ¡La han robado!

F: No, no se apure, excelentísimo, la estatua no ha sido robada: ha sido re-ubicada…
E: ¡Pero cómo! ¿La han cambiado de lugar?

F: No, negativo. La pieza que es objeto de su averiguación fue sometida a lo que viene siendo una re-ubicación…
E: ¿Qué no es lo mismo?

F: Pues ahora sí que pudiera ser lo mismo, pero en lo que viene siendo la terminología técnica relacionada con traslados, fletes, izamientos, sustracciones, devoluciones, y toda juerza dinámica aplicada a un bien mueble o inmueble…
E: Bien, bien, bien… pero dígame ¿Por qué ha sido re-ubicado el monumento y a dónde?

F: Sí… si me permite, excelentísimo… nomás para que quede claro y podamos hablar con claridat y entendernos… decía que toda juerza dinámica aplicada a un bien mueble o inmueble que modifique, cambie o diferéncie la posición del supradicho bien, será clasificado como re-ubicación, asegún el artículo siete, en el inciso “cé” de la ley de bienes muebles e inmuebles del Gobierno del Distrito Federal, territorio en que se circuncida la averiguación de la pieza a la que tanto usté como yo nos vamos a referir… Sólo para que quede claro, señor embajador… no me lo tome a mal…
E (algo desesperado): De acuerdo… ahora dígame ¿dónde está la estatua?

F (consultando su Ipad): Pues verá, su excelencia… este… su excelentísimo… la pieza de la que solicita la información fue removida del sitio denominado Parque de la Amistá por tratarse de un asunto que, ahora si que nosotros clasificamos de seguridá nacional…
E: ¡Seguridad nacional?

F: Sí… afirmativo, es lo que viene siendo la seguridad de la pieza, que estaba siendoooo… bueno… la agarraron de tiro al blanco durante una manifestación, por lo que se decidió la planeación de lo que viene siendo la re-ubicación del bien…
E: ¡Pero lo hicieron sin consultarnos! Yo no estaba pero dejé representación…

F: Síii… pero ahora sí que, como somos nuevos y los procedimientos también cambiaron, y en función de los agravios que venía recibiendo el mencionado bien, se decidió re-ubicar la pieza a una nueva ubicación que la protege… la seguridá, ya sabe…
E: Pero… ¿Y las estatuas que están ahora en ese parque? ¡Vimos unas estatuas verdes sobre unos pedestales nuevos! ¿Qué significa éso?

F: Aaaahhh… sí… sí mire, su excelencia, las estatuas que se miran ahora, son las que vienen siendo de los Indios Verdes que se re-ubicaron también… pero ésas son las de batalla… si las manchan no importa porque ahorita estamos juntando presupuesto para limpiarlas… pero se dejó una placa indicativa en el sitio de que allí estaba el supradicho…
E: ¿Una placa? ¿Dónde? No la vimos… ¿de qué tamaño es?

F: Pues… oraverá… como de unooos cuatro por seis…
E: ¿metros?

F: ¡Noooo excelentísimo! ¡Jia, jia. Jia! Ahora sí que me hizo reir… ¡Jia, jia, jia! Nooo… este… pulgadas… ¿no le estoy diciendo que estamos juntando presupuesto?
E (francamente molesto): ¡Pero no es posible! ¡Con todo lo que invertimos en el parque!

F (impasible): Síii… mire, pues como le comentaba yo, fue una re-ubicación más que nada por lo que viene siendo la seguridá nacional…
E: ¡Sí, sí… ya entendí! Ahora le exijo es que me diga cuál es la nueva ubicación de la estatua…

F: Sí, afirmativo… ora verá… (tecleando en su Ipad) se nos notificó que la pieza fue re-ubicada en el sitio en el que se proyecta hacer el parque…
E: ¿Parque? ¿Otro parque?

F: Síii… no me interrumpa su excelencia porque se va la señal de la güeb y ya valimos… sí, es que se va a hacer otro parque dedicado a la República de Azerbaiyán… Ora… este… la ubicación viene siendoooo: calle Londres seis, entre Bruselas y Berlín… ahí mero está…
E (pensativo): ¿Y en dónde queda eso?

F: Híjoles su excelentísimo… con todo respeto… ¡es que no me deja acabar!... Orita le explico, que está la pieza ubicada en los bajos del edificio que viene siendo el Museo de Cera. Como el inmueble presentó fracturas inquebrantables a raíz del último movimiento telúrico que se presentó, pos se va a demoler para hacer una área verde… y ese va a ser el Parque de Azerbaiyán… queda cercas de Reforma también… no hay pierde…
E: Pero… ¿por qué no enviaron al notificación? Y además, si el edificio está dañado, no debe ser muy seguro que se resguarde ahí el monumento…

F: ¡Noooombre! No se preocupe su excelencísima, el monumento está bien porque el edificio sigue en operación, entonces la gente puede admirar la pieza… orita está en el sótano pero, si su excelentísimo quiere, lo subimos para arriba a la sala de exhibición… este… lo que pasa es que el edificio se va a seguir usando en lo que se hacen los trámites: que de desalojo, que de demolición… y como es patrimonio, pos hay que des-patrimoniarlo… y eso sí es lo que tarda…
E: ¡Me rindo! Seguiré buscando al secretario de relaciones exteriores …

F: Como guste, su excelentísimo, pero le comento que todavía no tenemos… es que con eso del cambio de gabinete… sí se complica… ¡pero aquí me tiene a sus órdenes, cuando guste!

sábado, 6 de octubre de 2012

Del contexto que rodeó la fundación de la Juárez

La historia

Además de la colonia Juárez, fueron muchas las colonias que aparecieron a partir de 1850 hasta principios del XX, transformando por completo la fisionomía urbana del centro y sus alrededores, como por ejemplo la Santa María la Rivera (1862), la Guerrero (1880), y otras que ya no existen nominalmente, pero sí físicamente dentro de una colonia de formación posterior como la Juárez (1906), que se formó con la de los Arquitectos (1859), la Bucareli (1891), la de la Teja (1882) que después se llamó del Paseo, y la Nueva del Paseo (1903).

¿Qué fue lo que originó este boom inmobiliario? ¿Qué sucedía mientras se tomaban estas decisiones? Para ubicarnos en el tiempo, revisaremos fugazmente algo de la historia de nuestro país desde 1821, año en el que se consumó la Guerra de Independencia.

Y fue a don Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu al que le tocó orquestar este suceso tan importante: finalmente México era libre del pesado yugo español. Agustín de Iturbide fue originalmente realista, y se alió con Vicente Guerrero para oponerse al Virrey Juan O´Donojú, consumando así la lucha armada, cosa que formalizó cuando se firmaron los Tratados de Córdoba el 24 de agosto de 1821.
Terminó así la guerra y comenzó la discusión acerca del régimen con el que se gobernaría la núbil nación mexicana: monarquía o república.

La entrada a la ciudad de México que hizo Agustín de Iturbide —que meses más tarde se coronaría como Agustín I dando inicio al breve primer imperio mexicano que duró de 1822 a 1823, cuando él abdicó—al frente del invencible ejército trigarante fue triunfal. Sin embargo las condiciones en las que quedó el país y, las que presentaba la urbe que heredamos de la era Virreinal no era precisamente triunfal, muy por el contrario.

En la primera mitad del siglo XIX la capital del México Independiente presentaba serios problemas de funcionamiento urbano derivados de la construcción que hicieron los conquistadores sobre la ciudad prehispánica. Si bien los aztecas habían resuelto los problemas hidráulicos de la Gran Tenochtitlán por medio de canales, chinampas, y obras monumentales como el famoso Albarradón de Nezahualcóyotl, los españoles se empeñaron en destruir todo para fabricar la nueva traza de la ciudad colonial: comenzaron con el sitio de 80 días que impusieron a la ciudad cortando los suministros de agua potable, y abriendo canales más profundos para poder penetrar a la ciudad con sus bergantines, entre otras acciones que consumaron con la rendición de los aztecas. No sólo se afanaron en demoler las pirámides y edificaciones que existieron para obtener materiales con qué armar los nuevos edificios, sino que también decidieron implementar los mecanismos necesarios para restaurar suministros, no siempre de manera afortunada: la desecación de canales, ríos y lagunas, la tala de árboles, y la depredación que sufrió el entorno prehispánico transformaron a la anterior saludable ciudad azteca en un hoyo de agua estancada.

Los efectos de estas obras seguían manifestándose en la ciudad del siglo XIX con inundaciones, falta de abasto de agua potable, y lo más grave: un terrible problema de salud que, complementado con las carencias propias de los tiempos de posguerra producían constantes epidemias.

Este fenómeno no era tampoco exclusivo de la Ciudad de México, ya que la mayoría de las ciudades de este siglo compartían las mismas problemáticas dado el escaso desarrollo tecnológico en infraestructura urbana de la época: los sistemas de drenaje eran prácticamente inexistentes en las grandes urbes, normalmente tanto gente como animales —por ejemplo, los caballos y mulas que eran el medio de transporte regular— defecaban en las calles, plazas y rincones de la ciudad. Igualmente la basura era arrojada fuera de las casas, de los negocios como mercados, rastros, oficinas, y demás edificios, a la vía pública permaneciendo ahí hasta que llegaban los carromatos del ayuntamiento por la tarde o noche a recoger y limpiar las calles.

Otro punto que afectaba la ciudad eran los muertos —asunto crítico en tiempos de guerra o epidemias, en el que se incrementaban los cadáveres—, los panteones normalmente se encontraban dentro de las propiedades eclesiásticas pues era de gran importancia que los restos de la gente descansaran en tierra consagrada, aunque ésta no fuera suficiente para alojar a tanto muerto. Sólo en casos extremos como en los epidémicos se implementaban fosas comunes en áreas fuera de la ciudad por el volumen de cuerpos de los que había que disponer. Desafortunadamente éstos llegaban a ser tantos que no se enterraban con suficiente profundidad y eran de fácil acceso para los perros que se los comían, y con frecuencia los arrastraban a las zonas habitadas generando espectáculos verdaderamente lúgubres.

Las calles empedradas se limitaban a unas cuantas en el centro de la ciudad, quedando la mayoría de terracería, y lo mismo pasaba con el alumbrado público, los faroles y lámparas se distribuyeron en las calles principales quedando las demás sin luz, ofreciendo cobijo a los malhechores nocturnos.

El agua potable se traía de Chapultepec y de Santa Fe por medio de acueductos, pues aunque los niveles freáticos del centro permitían implementar pozos en las casas y edificios, el agua que se extraía de ellos no era apta para su consumo.
Los acueductos distribuían el agua a las casas de gente importante, iglesias, monasterios, y algunos edificios públicos que tenían salidas para que la gente llegara con sus cántaros y transportara el agua a otros edificios de menor rango, al resto de las casas, o a los pueblos de indios que se habían relegado a las orillas de la ciudad. Había personas que se dedicaban a transportar estos contenedores que se les llamaba “aguadores”; ellos eran parte del tránsito cotidiano de las calles de la ciudad.
Este mecanismo urbano funcionaba mientras el país sufría guerras internas y externas que no dejaban de sucederse o de traslaparse. Durante este período las arcas del país estaban exhaustas y las deudas que se contraían ya fuera en el extranjero o en el interior, financiaban al también exhausto ejército que no se daba abasto para resistir las frecuentes intervenciones, levantamientos e invasiones de las que era objeto el país.
Política exterior

Los primeros en reconocernos como nación independiente fueron los estados americanos, o mejor dicho, sudamericanos: Chile, Colombia y Perú en 1822, Estados Unidos en diciembre de ése mismo año, aunque mandó a su representante —Joel R. Poinsett— hasta 1825, Gran Bretaña nos reconoció en 1825; Francia, aunque ya hacía negocios desde 1827 extendió un reconocimiento poco formal hasta 1831; España —con todo y su fallido intento de recuperarnos como colonia en 1829— y el Vaticano hasta 1836.
Política interior

En 1823 Centroamérica votó su separación de México, y varios estados se confederaron como entidades independientes: Chiapas se separó junto con la Capitanía de Guatemala, Nueva Galicia formó el Estado libre y soberano de Xalisco, Zacatecas, Oaxaca, y Yucatán se levantaron en armas. Daba la impresión de que el país naciente se desmoronaba.
Con la Constitución de 1824 se consolidó el federalismo mexicano que reconoció la soberanía de los estados, y logró mantener unido al territorio permitiendo la anexión de Chiapas en ese mismo año.
Otro hecho relevante fue la guerra contra Estados Unidos por el territorio de Texas, que terminó con la entrada a la capital de los invasores y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional en 1856, y definiendo la frontera norte que actualmente tenemos. Nota: desde 1825 Estados Unidos había propuesto a México bajar su frontera hasta el Río Bravo, mas don Lucas Alamán, el entonces encargado de los asuntos exteriores se negó por completo a contemplar esa posibilidad.

Volviendo a la Ciudad de México, todos estos eventos, más las luchas entre conservadores, liberales, monarquistas, logias masónicas, y demás rebeldes ocasionaron que financieramente el país entrara a un círculo vicioso: había una gran deuda externa, se generó una creciente deuda interna con intereses altísimos para pagar la externa, y el erario público estaba preso en manos de sus acreedores, de los cuales los más voraces fueron los famosos agiotistas.

El agio lo conformaban los comerciantes-banqueros mexicanos que aprovecharon la oportunidad de oro y prestaron altísimas sumas de dinero al gobierno. Ellos se concentraban en la ciudad de México para tener a su cliente cerca, en la Sociedad de Comercio y en la Lonja de la Ciudad.
Las fuentes

Hernández Franyuti, Regina (coord.) La Ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX. Instituto de Investigaciones Doctor Jose María Luis Mora. México: 1997.

Lira, Andrés (comp.) Espejo de discordias. Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora, Lucas Alamán. Secretaría de Educación Pública. México.

Vázquez, Josefina Zoraida. “Los primeros tropiezos”. Historia General de México. El Colegio de México. México: 2000.

De la fundación de la colonia Juárez

La historia

La colonia Juárez fue fundada con este nombre y su actual conformación en el año de 1906, sin embargo las colonias que se fusionaron para llegar a este fin se definieron muchos años antes. El desarrollo de la colonia se confina dentro de estas importantes avenidas: el Paseo de la Reforma, Avenida Chapultepec, Bucareli y un breve tramo del circuito interior José Vasconcelos, formando un polígono de proporción más largo que ancho.

 
El desarrollo urbano en el que se generaron las nuevas colonias ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el problema de hacinamiento en la urbe era tal, que fue necesario expandir los límites urbanos de la ciudad más allá de lo que ahora conocemos como el Centro Histórico, y que entonces era la totalidad de la urbe.
Fue en 1854 cuando se ampliaron los límites de la ciudad mediante un decreto que expidió el congreso, y que incluyeron:
Al norte el pueblo de San Cristóbal Ecatepec, al NO Tlalnepantla, al poniente los Remedios, San Bartolo y Santa Fe; al SO desde el límite oriente de Huixquilucan, Mixcoac, San Ángel y Coyoacán, por el S Tlalpan, por el SE Tepepa, Xochimilco e Iztapalapan, por el Oriente el Peñón Viejo, y entre este rumbo y el NE y el Norte, hasta la medianía de las aguas del lago de Texcoco.
Para 1865 — once años más tarde— ya se informaba a Maximiliano de Habsburgo, que fue emperador de México del 10 de abril de 1864 al 15 de mayo de 1867, sobre la dificultad de poblar las primeras colonias que se fundaron: la Santa María la Ribera y la de los Arquitectos.
Para estas fechas ya existía el Paseo de Bucareli, que fue construido y fundado por el Virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa en 1778, y la Calzada de Chapultepec, que seguía la trayectoria del acueducto que abastecía a la ciudad de agua proveniente de los manantiales de Chapultepec.
Fue Maximiliano quien mandó trazar y construir el Paseo del Emperador —o de la Emperatriz— para trasladarse por esta señorial avenida del Castillo de Chapultepec al centro de la Ciudad, que hoy conocemos como el Paseo de la Reforma en el tramo que corre de la entrada al bosque de la Puerta de los Leones, hasta su cruce con Bucareli y avenida Juárez.
Para abrir esta avenida, se tuvieron que atravesar los terrenos de la extensa Hacienda de la Teja propiedad de Rafael Martínez de la Torre, en cuyo casco se alojaron Maximiliano y Carlota cuando llegaron a la ciudad, algunos otros más cercanos a Bucareli que pertenecían a Francisco Somera, y terrenos ejidales del ayuntamiento.
La Colonia de los Arquitectos se fundó sobre el Ejido de la Horca, terrenos que Francisco Somera adquirió y fraccionó con cierta facilidad por trabajar en el ayuntamiento, y después Jefe de Caminos y Canales, por lo que la lotificación de esta colonia quedó lista en 1859. Le llamó “de los Arquitectos” porque Somera planeaba captar a los estudiantes de la Academia de San Carlos para que adquirieran su terreno y construyeran su casa, mas falló el plan, porque los arquitectos efectivamente compraron terrenos, pero los revendieron y no se llegó a construir gran cosa en esta colonia. Fue hasta 1880 (21 años después) que comenzó a poblarse realmente.
 
  La colonia de los Arquitectos comprendía el área entre el paseo de la Reforma, la calle de Atenas en todo su desarrollo (entrando por General Prim) hasta llegar a Bucareli, y el tramo de Bucareli desde la esquina de Atenas hasta la glorieta con Reforma. Fueron 7 manzanas en total.

La segunda colonia que se fundó y que después formaría parte de la Colonia Juárez, fue la Colonia Bucareli: en este caso don Rafael Martínez de la Torre compró la parcialidad de San Juan Tenochtitlán al poniente del Paseo de Bucareli, en 1852. También aquí se tuvo dificultad para construir, lo que ocasionó que 10 años más tarde don Rafael le vendiera estos terrenos a José Ives de Limantour, quien lotificó y fundó la colonia, que también fue conocida como Colonia Limantour; ésta ocupaba el área entre la calle de Versalles, Bucareli, Atenas y Avenida Chapultepec. En total se definieron 10 manzanas, que se autorizaron en 1890, y un año más tarde se registró la fundación de la colonia.
La Colonia de la Teja —después llamada “del Paseo”— y la Nueva del Paseo se trazaron sobre una parte de la Hacienda de la Teja, y ocuparon el área que quedó entre Atenas, Versalles, Chapultepec e Insurgentes. Éstas se fundaron en 1897 y 1898 respectivamente, en base a un proyecto de Martínez de la Torre.

En el caso de la Colonia de la Teja, los propietarios del terreno eran los señores Malo quienes comenzaron a fraccionar en 1882, mas no terminaron su empresa y fue hasta 1897 que la Chapultepec Land Improvement Company terminó la faena, esta compañía norteamericana junto con el Banco de Londres y México eran propietarios de la mayoría de las manzanas que se extendieron hasta Chapultepec, todavía dejando libres algunas áreas a lo largo de Avenida Chapultepec. Esta área fue urbanizada y poblada entre 1898 y 1901, y durante mucho tiempo fue nombrada también como Colonia Americana, pues el nicho de mercado objetivo eran los norteamericanos avecindados en la ciudad.
Leandro F Payró era el encargado de pavimentar la Colonia del Paseo, él compró los terrenos libres que colindaban con Insurgentes, y se fundó la Colonia Nueva del Paseo en 1898.

El presidente Porfirio Díaz impulsó con energía la creación de éstas y otras colonias más; siendo congruente con el lema de su gobierno —“Orden y progreso”—, fomentó que tanto en el casco antiguo de la ciudad como en las nuevas colonias se instalara la infraestructura necesaria para equipar a la ciudad de servicios como agua potable, luz y energía eléctrica, drenaje, y ordenamiento urbano.
Muchos fueron los edificios del México Virreinal que se demolieron con estas medidas, y muchos fueron también los que se fabricaron. Parte de esta dinámica actividad urbana fue la unificación y definición de la que en 1906 se inauguró como Colonia Juárez en honor al prócer de la Reforma, con sus calles pavimentadas y los más modernos servicios.

Faltaron muchos años para que la colonia se poblara de manera uniforme pues la construcción de sus mansiones y villas campestres de arquitectura ecléctica —tan característicos del período porfiriano—, se detuvo con la Guerra de Revolución de 1910, y gradualmente se fue reanudando hacia 1920, año en el que arrancaría una nueva etapa de la arquitectura, que permitió a los arquitectos que continuaron con la construcción de casas, edificios de departamentos, oficinas, y otros servicios, explorar diferentes corrientes estilísticas buscando el lenguaje plástico que definiría a la nueva nación revolucionaria.
Hoy en día todavía se distinguen algunas de las edificaciones que les comento bajo la parafernalia comercial de los negocios que los han ocupado, en algunos casos estas intervenciones han dañado tanto los edificios, que es complicado distinguir su arquitectura. Otros casos más afortunados han sido respetados y, felizmente nos regalan su aspecto original.

Las fuentes

Jiménez Muñóz, Jorge. La traza del poder. Dedalo. México: 1993.

Segurajáuregui, Elena. Arquitectura porfirista en la colonia Juárez. Universidad Autónoma Metropolitana de Azcapotzalco / Tilde. México: 1997.

Martínez Assad, Carlos. La patria en el Paseo de la Reforma. Fondo de Cultura Económica / UNAM. México: 2005.

lunes, 1 de octubre de 2012

Tlatelolco

La zona de Tlatelolco y su plaza de las tres culturas es actualmente una escasa representación de la grandeza de esta ciudad prehispánica, muchas veces considerada como la ciudad gemela de Tenochtitlán.

Fundación

Hay dos hipótesis sobre la fundación de la ciudad de Tlatelolco. Entre los distintos grupos sociales o tribus chichimecas que migraron hacia el sur se encontraban los mexicas, quienes durante esta peregrinación se separaron de los demás grupos, conformando una sociedad con identidad particular. Fue este grupo, el de los mexicas, el que se dividió en dos: los que fundaron Tenochtitlán, y los que fundaron Tlatelolco.
Esta escisión pudo haber ocurrido antes de la fundación de la Gran Tenochtitlan, es decir, en algún momento del tránsito de los mexicas al valle del Anáhuac. Otra posibilidad es ocurriera cuando ya los mexicas se habían establecido en el sitio que Hitzilopochtli les indicó, o donde el señor de Azcapotzalco —que dominaba la región— les permitió. El hecho fue que los mexicas se dividieron en tenochcas y tlatelolcas, unidos por el fuerte lazo de la religión, pero separados por la profunda diferencia de intereses. Unos fueron potencia militar, y otros fueron potencia comercial.

Las fechas fundacionales son poco exactas por la falta de claridad en las referencias hasta hoy encontradas; si consideramos la de Tenochtitlan en el año de 1325, la de Tlatelolco fue doce años después, en 1337 de nuestra era.

El sitio que escogió el grupo disidente para establecerse fueron unas isletas cercanas a Tenochtitlán. Según los vestigios encontrados en la zona, éstas fueron habitadas anteriormente por grupos teotihuacanos que las abandonaron durante el siglo IX DC aproximadamente, y desde entonces se encontraban deshabitadas. Cinco siglos más tarde los nuevos moradores ampliaron las isletas con el sistema de chinampas, y llegó a crecer tanto la ciudad que en un momento dado se unió a la isleta de Tenochtitlan. Ambas ciudades tuvieron un desarrollo urbano similar en extensión e importancia, pues compitieron siempre en poderío, de ahí que su desarrollo urbano sea tan similar: una gran plaza, sus correspondientes Templos Mayores —en ambos casos dedicados a Huitzilopochtli—, ambas ciudades tenían su juego de pelota.

Tlatelolco tuvo su plenitud como la ciudad comercial más importante de Mesoamérica durante el reinado de Cuauhtlatoa quien gobernó de 1438 a 1467, no obstante sufrieron la necetochuiloc (gran hambruna) de 1454 a 1457 que azoló a todas las poblaciones del altiplano, el liderazgo de ambas ciudades se mantuvo. Como referencia, Moctezuma Ilhuicamina gobernaba Tenochtitlan.

En esta ciudad se instaló el gran tianguis donde los pochtecas comerciaban bajo el sistema de trueque cualquier tipo y variedad de productos. Dado que el sitio era basto en extensión y mercaderías, el orden se regía por medio de 10 o 12 jueces que trabajaban en el Tecpan o “lugar de la casa de piedra”; ellos resolvían todos los problemas que se pudieran suscitar entre los pochtecas, además de recaudar los tributos para Tenochtitlan. Este edificio también fue demolido con la caída de los aztecas.

Desde su formación Tlatelolco se alió a Azcapotzalco, hasta que en 1473 el poderío de este último fue derrumbado por la triple alianza: Tenochtitlan-Texcoco-Tlacopan. Tlatelolco (Moquihuix) entró en guerra contra Tenochtitlan (Axayacatl) y perdió. A partir de entonces fue tributario de Tenochtitlán, después de haber sufrido las consecuentes represalias del vencedor. A raíz de esta batallan o hubo en Tlatelolco señor o gobernante, hasta que en 1515 o 1519 subió Cuauhtemoc Xocoyotl Tlacatecuhtli al poder. Pocos años más tarde, tras morir Cuitlahuac víctima de viruela en 1520 en plena guerra contra los españoles, el señor de Tlatelolco sería coronado como gran señor de Tenochtitlán y Tlatelolco para pasar a nuestra historia como el último Huey Tlatoani de nuestro antecedente prehispánico.
Virreinato

La ciudad de Tlatelolco fue tomada por los españoles el 13 de agosto 1521 después de haber resistido el largo sitio—80 días— del que fue objeto, y corrió con la misma suerte que las demás ciudades prehispánicas: sus edificios fueron demolidos y usados como cantera para la fábrica de nuevas construcciones. Hernán Cortés definió que Tenochtitlán se convertiría en el Barrio de San Francisco, y Tlatelolco en el de Santiago, capital de la República de indios.

 
La primera iglesia que se inauguró fue la de Santiago Apóstol en 1527 y era de una sola nave; los franciscanos la construyeron y se encargaron de su operación. El templo fue reconstruido o modificado paulatinamente: para 1540 ya contaba con tres naves, y en 1573 se registra una nueva construcción a cargo de fr. Francisco de Gamboa. El templo lo inauguró fr. Juan de Torquemada en 1610. Éste cerró sus puertas al culto cuando ocurrió la guerra de Reforma (1857 a 1861) junto con el convento fueron saqueados y abandonados por un largo período. Durante el gobierno de Porfirio Díaz la iglesia funcionó como bodegas para la creciente industria ferrocarrilera y el convento como prisión militar. Para 1944 los edificios fueron recuperados y abiertos al culto quedando a su cargo nuevamente los franciscanos.

La orden de San Francisco también construyó y fundó el Imperial Colegio de la Santa Cruz, inaugurado el 6 de enero de 1610 por fr. Juan de Torquemada cuyo objetivo principal fue educar y evangelizar a los indígenas. Arrancó con 100 alumnos y 400 párvulos, ahí fueron maestros grandes personalidades de la orden como Pedro de Gante, Arnaldo Basaccio, Jacobo de Testera, Antonio Valeriano, Andrés Olmos, y el más importante por su obra en defensa de los indios: Bernardino de Sahagún. En este colegio se hicieron los códices Badiano, Florentino y el Plano de Uppsala. Fue clausurado a finales del S. XVIII cuando la ciudad perdió importancia.

En el colegio se construyó una caja de agua que es conservada hasta hoy, que además de haber provisto de agua a los habitantes de Tlatelolco, ostenta un mural de 12 m2 aproximadamente que registra la vida cotidiana de las ciudades gemelas en la época de la conquista.

El nuevo Tecpan fue construido de 1575 a 1581, con 19 salones, viviendas para los señores locales, una casa de visitas ilustres, portales que comunicaban el Tecpan con el tianguis, un mesón con 12 cuartos, tribunal, cárceles y oficinas para escribanos; también tenía huerta, jardines, baños una casa de descanso, pila de agua potable y caños. El edificio lo inauguró en virrey Lorenzo Suárez de Mendoza y lo consagró el arzobispo de México Pedro Moya de Contreras. Existe el Códice del Tecpan de Santiago Tlatelolco que detalla la construcción. En 1850 el ayuntamiento lo convierte en “Asilo independiente para los corregidos”, y en el 53 cambió a “Colegio correccional de San Antonio”. En 1909 se convirtió en la escuela “Manuel Eduardo Gorostiza”, luego fue la “Escuela industrial y vocacional de la beneficencia pública”, “Escuela diurna y nocturna ESI-16 Pedro Díaz” o “Escuela para trabajadores”.

El edificio fue demolido cuando se construyó el complejo Nonoalco Tlatelolco de 1946 a 1964, conservándose solo una de sus fachadas que se adosaron al claustro del convento de Santiago.
Siglo XX

Con Porfirio Díaz y el impulso ferrocarrilero se habilitaron patios, vías y bodegas para descarga de los trenes en las inmediaciones de la iglesia y convento de Santiago; también se construyó un nuevo edificio de Aduanas al NE de Tlatelolco. A pesar de esto con el tiempo la zona perdería nuevamente interés para los planificadores urbanos, y Tlatelolco fue poblándose paulatinamente con viviendas y edificaciones de baja envergadura.
En 1949 inició la construcción del Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos de Nonoalco Tlatelolco, proyectado por los arquitectos Mario Pani, Luis Ramos Cunningham y Ricardo de Robina. El complejo fue desarrollado para ordenar el crecimiento que es esta orientación ocurría en la ciudad, y acabar con la “herradura de tugurios” (Mario Pani dixit) desde Tlatelolco a San Lázaro. Las nuevas construcciones que aparecieron entonces transformaron por completo el entorno tlatelolca, ocasionando los respectivos reclamos de los habitantes que fueron desalojados. El complejo contaba con edificios de departamentos y oficinas de diferentes tamaños dependiendo del estrato social, zonas comerciales, áreas deportivas, jardines, estacionamientos y diferentes servicios más.

En un extremo del complejo, junto a la zona arqueológica, se construyó la Torre de Tlatelolco (25 pisos) encargada por la SRE a Pedro Ramírez Vázquez. Actualmente el edificio es parte del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, y ha recibido una intervención artística de Thomas Glassford titulada “Faro de Xipe Totec” como parte de los festejos de los 50 años del CCU.

En otro extremo se construyó la Torre Insignia (Banobras) de 25 pisos también, proyecto de Mario Pani, actualmente en desuso.

Sismo de 1985


Tlatelolco fue una zona muy afectada por éste fenómeno: dos de los tres módulos del edificio Nuevo León se derrumbaron con el sismo; 11 edificios más tuvieron que demolerse, 4 edificios se recortaron, y la Torre Insignia se desalojó por los daños estructurales que sufrieron.

Del dos de octubre

Como muchos de ustedes sabrán, desde el mes de agosto tengo la fortuna de colaborar en el programa Construyendo Ciudadanía, que se transmite todos los lunes de 10:00 a 11:00 a.m. por el sitio www.radiotv.mx junto con mi buen amigo José Alba de Santos y Alejandro Almaguer.

Nuestra colaboración en el programa tiene por objeto que los vecinos de la Muy Noble e Insigne, Muy Leal e Imperial Ciudad de México puedan identificar la importancia histórica, o un evento relevante ocurrido en la calle o el edificio que se les presente en su camino o en su propia historia personal. A partir de ahora les presentaré en este sitio los apuntes para las participaciones que hemos tenido, que en un principio se enfocaron a la colonia Juárez —de la que José y yo somos vecinos— y ahora hemos abierto para tocar puntos acordes a las fechas en las que cae el programa.

El programa de hoy estuvo dedicado al movimiento del 68, y tuvimos un invitado en la cabina. Raúl Álvarez Garín pertenece al Comité 68, una asociación civil que se ha dedicado a dar seguimiento a los asuntos que derivados del movimiento estudiantil pendientes por resolver.

El movimiento tiene antecedentes que se remontan al período presidencial de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), cuando comenzaron las represiones a los grupos sociales que manifestaban sus inconformidades sobre diversos asuntos que les afectaban directamente —IPN con los recortes presupuestales y la tentativa de desaparecer a la institución; los ferrocarrileros que buscaban mejoras salariales y de condiciones de trabajo— y que, como gota que colmó el vaso desde mi punto de vista, derivó en el movimiento estudiantil de 1968.

La cronología resumida y muy escueta del movimiento propiamente dicho es:

22 de julio: partido de futbol entre la Voca 2 VS Escuela Isaac Ochoterena
26 a 29 de julio: paro de escuelas. Bazucazo en Preparatoria 1 (San Ildefonso)
30 de julio: Javier Barros Sierra iza la bandera a media asta y encabeza marcha
26 de agosto: marcha al zócalo
28 de agosto: tanques militares entran al Zócalo para disuadir manifestantes
13 de septiembre: marcha del silencio
18 de septiembre: el ejército entra y permanece en Ciudad Universitaria
24 de septiembre: el ejército entra y permanece en el Casco de Santo Tomás
1° de octubre: el ejército sale de CU y Sto. Tomás
2 de octubre: matanza de estudiantes reunidos en manifestación en Tlatelolco


Mañana se conmemora la matanza que tuvo lugar en Tlatelolco, y sobre los eventos que ha realizado del Comité 68 hablamos en el programa de hoy.
Les presentaré unos apuntes sobre el sitio en el que ocurrió tan triste acontecimiento, que no carece de relevancia histórica.