martes, 9 de abril de 2013

Feliz aniversario a la Colonia Juárez

Detalle de balcones, fachada del Hotel Century.
El mes pasado se celebraron los 107 añotes de la colonia Juárez —como recordarán, esta singular colonia fue inaugurada el 21 de marzo de 1906 por el mismísimo don Porfirio Díaz Mori—, y para mi gran fortuna mi excelentísimo y dilecto amigo José Alba invitóme a uno de los eventos programados dentro de la serie de festejos, al que asistí con mucho gusto y con el corazón alegre.
El evento consistió en una conferencia que dio el arquitecto-historiador Edgar Tavares en un auditorio que tiene la Escuela Bancaria Comercial en la Juárez, y se trató sobre las edificaciones de la colonia y su historia, temas ambos gratos e interesantes. Sin embargo, muy a mi pesar, la conferencia del Arqui Tavares me recordó aquel cuento de Pepito y los fenicios: Pepito estudió con esmero la historia de los fenicios, confiado en que en el examen le preguntarían sobre el tema. A la hora del examen —que era oral— la pregunta fue sobre las hormigas, por lo que Pepito contestó algo como: “Las hormigas son unos animalitos muy pequeñitos, a diferencia de los elefantes, que son animales muy grandes que habitaron en Fenicia, y hablando de eso, los fenicios…” y se descosió con Fenicia. Así, el Arqui Tavares durante su ponencia insistía en hablar o comparar asuntos con las colonias Roma y Condesa, desviándose —a mi parecer— del tema principal, que era la Colonia Juárez.
Otro asunto que me calentó, es que se limitara a presentar lo que para él es la esencia de la colonia: la arquitectura porfiriana, o mejor dicho, la arquitectura ecléctica estilo europeo que se hizo durante la última década del gobierno de Díaz, y pasada la Revolución, ya que existen edificios de 1920 a 1950 con este estilo. Evidentemente denunció los excesos, derrumbes y maltratos que han sufrido muchos edificios de este período, y las terribles pérdidas arquitectónicas que se han suscitado, concluyendo así que, aparentemente, la colonia Juárez ha perdido su riqueza arquitectónica. Ahí fue cuando me enojé, y a la hora de los comentarios, levanté mi manita.
Cuando me dieron la palabra expresé mi indignación y mi rotundo desacuerdo con el planteamiento de que la colonia es —o fue— porfiriana, y ahora es un desmadre.
Efectivamente la colonia es un desmadre. Y efectivamente edificios muy valiosos —y otros no tanto— han desaparecido. Lo que no se plantea es que existen obras importantísimas que no son del famoso estilo ecléctico que reflejan nuestra historia social, y que muchos edificios desaparecieron para dejar camino a construcciones valiosísimas del siglo XX. Hay ejemplos como el edificio del IMSS, la Secretaría de Salud, casas y edificios de departamentos estilo Art Decó, y edificios que muestran con mucha dignidad su momento estilístico. La colonia alberga obras de arquitectos renombrados como Mario Pani, Carlos Obregón Santacilia, Teodoro González de León, Luis H. Álvarez, el mismísimo Agustín Hernández, sólo por citar algunos.
Desafortunadamente hube de retirarme antes de que terminara la discusión, y desde entonces ando cargando un conflicto existencial que me corroe las entrañas: ¿cómo pretendemos que las ciudades se conserven intactas, si éstas son el reflejo de la evolución —o involución— de las sociedades que las habitan? El tiempo es cambio, y los cambios no son necesariamente malos. Desafortunadamente la colonia es afectada por un fenómeno de comercialización bananero que le ha perjudicado, eso es innegable, mi punto es que no debemos dolernos de lo que actualmente no existe, y mirar hacia el futuro para cuidar a tanto edificio bueno que tenemos, tumbar otros varios, y meter orden en los que conservemos, que es donde nos falla.
¡Ah! Y otra cosa: la colonia Juárez no solo es la Zona Rosa (o Zona Rosy, como me gusta llamarle, jeje), ni es sólo el cuadrante confinado entre Bucareli e Insurgentes, sino que llega hasta Lieja, y en todo su desarrollo podemos encontrar arquitectura de gran calidad.
Bueno, mi punto lo dejé ver, y al salir de la conferencia pensé en que alguien me podría haber dicho: ¿ya ves por qué luego no te invitan?
¡Demonios!

jueves, 21 de marzo de 2013

De mensajes embotellados...

Al fin tengo mi título de maestra. Hoy lo he recogido en el instituto en el que estudié, y al reparar en que ahora sí ya he terminado todos los asuntos referidos al engorroso trámite de titulación, me entró una nostalgia que no deja de carcomerme las entrañas.
¿Nostalgia de qué o de quién? Pues ni más ni menos de las personas con las que compartí la época de estudios. No obstante tengo algún contacto, la neta es que sólo de acordarme de las clases, los desvelos, los consejos, las cenitas, las tertulias y los viajes que hicimos mis amigos y yo durante aquella etapa, siento que la mejor manera de celebrar este logro hubiera sido con ellos, a quienes extraño tanto, y a quienes dedico este pedazote de pergamino en el que dice que soy lo que soy. En primerísimo lugar pienso en Alicia Carvajal y Valentina, con quienes tengo la fortuna de poder compartir algunos momentos de charla, y en José Uribe con quien he podido hablar por teléfono recientemente. Y no porque ya no les vea voy a dejar de dedicar este asunto a Dora Tamayo, Leticia Gómez, Gabriela Rodríguez, Joel Negrete, y a Ignacio Monterrubio, quienes ya sea por FB o por correo electrónico me dan señales ocasionales de que siguen vivos y se acuerdan de mí. Lanzo también una dedicatoria —cual náufrago en isla desierta que lanza su mensaje en una botella al mar— a Guillermo Acero, y a Antonio y Gualu Reboulen, a quienes les he perdido la pista y que espero que algún día reciban mi mensaje.

También les dedico el evento a Martha Eugenia Delfin, mi primera asesora de tesis, y a Jesús Hernández que fue uno de los teachers con quienes tengo la fortuna de seguir en contacto, y a los que ya no veo, pero los recuerdo con admiración y cariño esperando que puedan leer esto: Judith de la Torre, Octavio Contreras, Roberto Sánchez, y Javier Rico Moreno.

Tuve la inmensa fortuna de pertenecer a una generación pequeña, y por lo mismo, una generación en la que pudimos llevarnos muy bien, en la que conocimos enfoques muy diferentes del mismo asunto dadas las diferentes profesiones que teníamos: politólogos, historiadores, una arquitecta, licenciados… en fin. Tuve la oportunidad de conocerlos y de disfrutarlos. De ahí que los extrañe tanto.

A los maestros, muchas gracias. A los amigos, todo mi cariño.

Rio al recordar cómo nos preocupábamos, y suspiro al recordar cómo nos reíamos…

viernes, 7 de diciembre de 2012

La Alameda

Los paseos de la época de los virreyes en México eran sitios públicos de solaz y esparcimiento frecuentados por todos los niveles sociales de las ciudades. En estos lugares la nobleza acudía para exhibir sus carruajes, vestidos, trajes y aparejos, incluso los virreyes y virreinas junto con su corte organizaban expediciones para ventilarse y regalar al pueblo con su augusta presencia y magna parafernalia. Este era el caso del paseo de la Viga, por ejemplo: el tramo del canal que conducía a Chalco era visitado por los virreyes y su corte, para lo que les arreglaban barcazas aderezadas con toda suerte de comodidades: tapices, cojines, sillones, los remeros se vestían de gala, para que los nobilísimos tripulantes descansaran bebiendo y comiendo al compás del bamboleo de la tranquila corriente.

Otro paseo era el de Bucareli, o Paseo Nuevo. Éste se ubicaba a las orillas de la ciudad y, además de servir como sitio de recreo campestre, fue una calzada ideal para las entradas triunfales de los virreyes, generales, y presidentes a la ciudad de México a través de su historia. También fue lugar de festejo y de desfiles, sus glorietas ornadas con fuentes o monumentos ofrecían los remates armónicos a la avenida arbolada.

El tercer paseo de la ciudad, y el más antiguo fue la Alameda, cuya construcción se inició en 1592 a instancias del virrey don Luis de Velasco II marqués de Salinas, que gobernó la Nueva España durante dos períodos: de 1590 a 1595 primero, y de 1607 a 16011 después.

Don Luis de Velasco conoció la Nueva España desde pequeño, pues su papá fue también virrey —don Luis de Velasco I, conde de Santiago— por catorce años, durante los cuales tomó sincero afecto por el país. Ambos Luises se encargaron de defender las condiciones de vida y trabajo de la población indígena, y promover obras públicas que beneficiaran a toda la población sin distingos de raza o nivel social. Éstas medidas les ganaron cierta animadversión de los españoles peninsulares, sin embargo cada virrey pudo sortear las vicisitudes que les correspondió en su tiempo.

En el caso de las obras de Luis de Velasco II, fundó el Hospital Real y la Alameda en su primer temporada (1590 – 1595), después fue transferido al Perú como virrey, y regresó en 1607 para continuar la construcción del canal de desagüe de Huehuetoca. Fue tan reconocida su labor en defensa de los indios de México y el Perú, que fue promovido al Consejo de Indias en España, a donde viajó en 1611, y en donde moriría en 1617.

El Paseo de la Alameda fue construido sobre terrenos del Mercado de San Hipólito en 1592 para el ennoblecimiento de México y el desahogo de sus habitantes. Originalmente ocupó la mitad del terreno perteneciente al mercado, hasta 1623 se decidió aumentar el área a su dimensión final. Las calles que circundaron al flamante paseo fueron: al sur (Juárez) de oriente a poniente las calles de Corpus Christi, del Calvario, y del Hospicio de Pobres; al poniente (Dr. Mora) la de San Diego, al norte (Hidalgo) de oriente a poniente: de la Mariscala, de San Juan de Dios, del Portillo de San Diego (en la plazoleta de San Diego se instaló el quemadero de la Inquisición); y al oriente (Ángela Peralta) la calle de Santa Isabel.

Durante muchos años la Alameda se conservó llena de álamos y sauces que sombreaban sus calzadillas y fuentes. Desde un principio se protegió con un cercado de mampostería y herrería con puertas de acceso en medio de los lados largos del paseo, para 1854 contaba también con accesos adicionales en las cuatro esquinas. Para éstas fechas parte de las rejas que se implementaron provenían de la Plaza Mayor (el Zócalo), de donde se habían retirado junto con el monumento ecuestre de Carlos IV (el Caballito), que había cabalgado a la glorieta del Paseo Nuevo, construida al final de la calle de la cárcel de la Acordada, es decir, al final de lo que hoy es Avenida Juárez.

Hasta el siglo XIX y principios del XX, la Alameda seguía siendo un preámbulo hacia la salida de la ciudad, después el crecimiento de la urbe, el casco antiguo junto con la Alameda se confinaron al Centro Histórico de la Ciudad de México.

Es interesante destacar cómo las calles que circundan este paseo se han transformado, y hoy los edificios de varias épocas salpican los alrededores:

Los antiguos edificios virreinales tienen su representación con la Iglesia de San Juan de Dios, la Plaza de la Veracruz, y el actual Hotel de Cortés, reciente y felizmente intervenido por Grupo Habita sobre la calle de Hidalgo, y sobre Juárez la antigua iglesia de Corpus Christi que exhibe los rastros de las imágenes que tuvo labradas en su fachada originalmente que fueron removidas y talladas durante la guerra de reforma. En la calle de Doctor Mora, parte del ex convento de San Diego se ha transformado en el Laboratorio Arte Alameda y en la Pinacoteca Virreinal de San Diego, ambos lugares visitables si es que les gusta el arte moderno, y la lectura.

Hablando de monumentos, en el lado sur de la Alameda está el Hemiciclo al presidente Benito Juárez, Benemérito de las Américas, que fue inaugurado por otro oaxaqueño que gobernó nuestro país durante un largo período: don José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. Donde antes se levantaba el convento de Santa Isabel, que le daba nombre a la calle (hoy Ángela Peralta) se yergue el complicado Palacio de las Bellas Artes, símbolo arquitectónico de principios de siglo XX con su fachada Art Nouveau mexicanizado, y sus interiores —sobrios y republicanos— Art Decó propios de la arquitectura posrevolucionaria. Y hablando de la primera mitad del siglo XX, al poniente, sobre Doctor Mora, también podemos visitar el Parque Solidaridad, espacio que alguna vez ocupó el famoso Hotel Regis, de historia azarosa con fatal desenlace; y el Hotel Bamer, actualmente en obra.

El joven siglo XXI marca su paso en 2002 con las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores del arquitecto Ricardo Legorreta, el conjunto Puerta Alameda de Serrano Monjarraz Arquitectos, el Hotel Hilton (en lugar del Hotel del Prado, víctima del sismo de 1985), y el Museo de Memoria y Tolerancia entre otras construcciones.

Nuestra Alameda y las calles que la circundan son, pues, museos urbanos de la historia de nuestro país.

viernes, 30 de noviembre de 2012

El paseo de Bucareli

Una de las características que tenía la ciudad virreinal fueron sus paseos, lugares de esparcimiento al aire libre en donde todas las clases sociales se daban cita, unos para exhibirse, otros para admirar a los exhibicionistas. Fueron tres los paseos importantes con los que contaba la ciudad del siglo XVIII: el Paseo de Bucareli, el Paseo de la Viga, y la Alameda.

El Paseo de Bucareli se inauguró el 4 de noviembre de 1778, durante el virreinato de don Antonio María de Bucareli y Ursúa, que gobernó de 1771 a 1779, año en el que murió en la Ciudad de México. A diferencia del período de su antecesor —el Marqués Carlos Francisco de la Croix (1766-1771) —, el paso de Bucareli por la Nueva España fue orientado a ordenar la administración del imperio, reforzar fuertes, y terminar obras. En la ciudad terminó el Hospital de San Hipólito, embelleció la Alameda Central, y construyó el Paseo que hasta hoy lleva su nombre. Su gobierno fue relativamente pacífico, de ahí que a su muerte la Audiencia Real lo nombrara “Padre del Pueblo”, a petición popular.

El augusto Paseo Nuevo se construyó siguiendo el trazo de un incipiente paso que iba del Ejido de la Acordada a la Garita de Belem, de norte a sur. Originalmente era una calzada amplia con tres glorietas principales, una en cada extremo y otra en medio:

·         Glorieta Norte: en la que actualmente se intersecta con el Paseo de la Reforma, y Avenida Juárez, en el momento de la construcción del Paseo ésta se ubicaba en la orilla de la ciudad, pues todavía no se desarrollaba la urbe hacia el sur-poniente. Aprovechando que este espacio ya se consideraba fuera de la ciudad, se construyó un coso taurino: “El coliseo Nuevo”, que como todas las plazas de entonces era en su mayor parte de madera. Originalmente al centro de la glorieta se construyó una fuente con una Victoria, fue retirada y destruida cuando en 1852 ocupó este lugar la estatua ecuestre de Carlos IV, mejor conocida como “El caballito”, que cabalgó en 1979 a la Plaza Tolsá y en su lugar se instaló una gran estatua del escultor contemporáneo Sebastián en alusión al Caballito.

·         Glorieta central: la más grande en diámetro, tenía una gran fuente que fue sustituida en 1910 por el reloj chino, obsequio con motivo del centenario de la independencia que se festejó en 1910. Igal que la anteriorm la fuente fue destruida.

·         Glorieta sur: en Arcos de Belem, también tenía una fuente que se trasladó el siglo pasado a la Plaza de Loreto, en donde todavía está. La fuente, aunque sencilla, corrió con mejor suerte que las anteriores, pues actualmente ha sido objeto de trabajos de conservación que la mantienen en buen estado y funcionamiento.

Durante el siglo XIX los terrenos adyacentes al Paseo Nuevo fueron vendidos y sus nuevos propietarios —un señor Agustín del Río y otro señor Cástulo Centeno— redujeron en la medida de lo posible el ancho del paseo. La fisionomía de esta avenida se ha transformado profundamente con el transcurso del tiempo, y dejó de ser ancha y arbolada desde hace muchos años. No obstante esta transformación, hoy en día en Avenida Bucareli se puede contemplar diferentes edificios de importancia histórica indiscutibles:

·         Secretaría de Gobernación: o Palacio Cobian, por su dueño Feliciano Cobián, que encargó su diseño y construcción en 1903 al arquitecto Emilio Dondé.

·         Conjunto de viviendas El Buen Tono: o Edificio Mascota construido por el Ingeniero Miguel Ángel de Quevedo en 1912 por encargo de don Ernesto Pugibet, dueño de la fábrica de cigarros El Buen Tono, para dotar de vivienda a sus empleados. Ejemplo de la arquitectura porfiriana.

·         Edificio El Universal: de oficinas inaugurado en 1921. Se construyó a un lado un edificio moderno que alberga más oficinas, y que se conecta por dentro con “la catedral de la prensa”.

·         Edificio Gaona: de departamentos, construido en 1923, fue una inversión del torero Rodolfo Gaona, y obra de los arquitectos Emilio Dondé y Manuel Torres Torrija.

·         Edificio Excelsior: el original de Silvio Contri fue inaugurado en 1923, y es vecino del nuevo edificio que da nombre a la “Esquina de la información”.

·         Edificio Vizcaya: que se inauguró en 1924 después de haberse interrumpido su construcción por causas de la guerra de Revolución.

·         Edificio El Moro: sede de la Lotería Nacional, del arquitecto José A. Cuevas. 85 m de altura. Se terminó de construir en 1933, y fue remodelado años después modificando seriamente la fachada, misma que fue recuperada el año pasado (2011).

·         Torre del Caballito: Reforma 10. 34 pisos y 135 m de altura. Se terminó de construir en 1988, cuenta con 70 amortiguadores sísmicos y 185 pilotes de concreto. Oficinas.

·         El Caballito: de Sebastián, de 28 m de altura. Inaugurada el 15 de enero de 1992.

·         Fuente de la República: inaugurada el 13 de diciembre de 2007 del escultor Manuel Felguérez, de planta circular señala el sitio en el que estuvo la glorieta del caballito. Frente a ésta se instaló el monumento escultórico.

·         Escultura: Puerta 1808 de Manuel Felguérez, inaugurada el 20 de octubre de 2007 con motivo de los festejos del bicentenario de la independencia. Ésta escultura señala el acceso al centro histórico de la ciudad.
Fuentes
Acosta Sol, Eugenia. Colonia Juárez, desarrollo urbano y composición social 1882-1930. México, IPN: 2007.

Orozco y Berra, Manuel. La ciudad de México. México, Porrúa: 1987. Col. Sepan cuántos.
Riva Palacio, Vicente. "El virreinato". México a través de los siglos. México, Cumbre: 1962. Tommo II.
Tovar y de Teresa, Guillermo. La ciudad de los palacios: crónica de un patrimonio perdido. México, Espejo de obsidiana: 1990. T.

 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Del acueducto virreinal

En 1522 comenzó la construcción de la ciudad: la capital de la Nueva España se edificó sobre la ciudad de Tenochtitlan. Una de las primeras tareas que si hicieron fue restaurar la dotación de agua, construyéndose así tres acueductos al estilo español.
Acueducto de Tlaxpana

Construido entre 1522 y 1530 sobre la trayectoria del antiguo acueducto prehispánico, fue ampliado en 1570 por ser insuficiente el agua que transportaba, éste partía del manantial de Santa Fe al del cerro de Chapultepec, y de ahí corría por la calzada de la Verónica (Circuito interior), la Tlaxpana y San Cosme para terminar en una fuente (destruida) en la esquina de la Mariscala (Av. Hidalgo) y Santa Isabel (Ángela Peralta), hoy se ubicaría a espaldas del Palacio de las Bellas Artes. Tenía 1,008 arcos.
Acueducto de Guadalupe

Se terminó de construir en 1751. Partía al norte de la ciudad del río Tlanepantla, y corre por la calzada de Guadalupe hasta llegar a la caja de agua de la Basílica, de ahí parte hasta llegar a Santiago Tlatelolco. Aún se conservan varios tramos del acueducto y las cajas de agua En 2,287 arcos recorre 7 km. aproximadamente.
Acueducto de Belem



Acueducto de Chapultepec: vista de noche
O de Chapultepec, que partía de las albercas del bosque de Chapultepec, corría por la actual avenida Chapultepec —donde podemos encontrar algunos restos conservados como monumento—, Arcos de Belén, y terminaba en el Salto del Agua, con una hermosa fuente estilo barroco que todavía se conserva en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlan. La fuente del Salto del agua que está en el crucero del Eje Central y la calle Arcos de Belén en es una réplica. Su desarrollo de 904 arcos recorría 3.908 km.

El acueducto fue terminado e inaugurado por el Virrey Don Antonio María de Bucareli y Ursúa en 1779, y para entonces el agua que se traía de Chapultepec era considerada “agua gorda” no apta para su consumo si no se filtraba. El agua de Santa Fe, por otro lado, se consideraba “agua delgada”, propia para beber.

Un testimonio de la época nos aclara el problema que se suscitaba con el abasto de agua: el padre José Antonio Alzate (Ozumba, Edo. Mex. 1737-México 1799, sabio reconocido por su erudición científica) protestaba por la desviación del agua que transportaban los acueductos, pues la gente horadaba los canales en el trayecto para desviar el agua hacia sus fincas, ocasionando que no llegara con presión, ni en cantidad suficiente a las fuentes. Sobre la pureza del agua aseguraba que “con el agua de Chapultepec se sustentan las religiosas de los conventos de San Juan, de Regina, de San José de Gracia, las niñas de Belén y Vizcaínas, los religiosos de San Camilo, los del Colegio de San Pedro Pascual, (…) indáguese si en dichas comunidades y vecindario hay más enfermos que en los conventos y vecindario que se abastece con el agua de Santa Fe”.

Fueron muchas las destrucciones que sufrió el bosque por causa de la ignorancia de entonces, pues para que no se contaminara el agua de las albercas de Chapultepec se talaron muchos árboles, dando inicio así a la reducción del pequeño bosque de ahuehuetes.
Durante la construcción de la ciudad colonial, estos terrenos fueron otorgados a particulares, y se formaron las haciendas de la Teja, Anzures, de los Morales, Polanco, y algunas más. Durante el siglo XIX estas haciendas serían objeto de las prácticas especulativas y de urbanización, y se fundarían las colonias modernas: la Teja, Violante, San Rafael, Polanco, Cuauhtémoc, de los Arquitectos, etc.

En 1870 se vació la alberca de Moctezuma lo que ocasionó un grave desequilibrio hidráulico en la zona, y la consecuente afectación a la flora y fauna del bosque, además de que bajó tanto la presión del acueducto que se decretó su demolición, y se decidió conservar un pequeño tramo de la arquería y la fuente.
Hoy la avenida Chapultepec limita a la Colonia Juárez de la Colonia Roma, que se construyeron durante la segunda mitad del siglo XIX sobre el antiguo lecho del pantanoso lago que cruzaba el acueducto. Durante todos estos años el nivel del agua fue disminuyendo hasta secarse por completo, la zona se ha transformado a la par de la sociedad que le ha habitado durante todos estos siglos, hasta hoy.
Fuentes

— — .Chapultepec, historia y presencia. Publicación privada de Smurfit Cartón y Papel. México: 1988.

Gibson, Charles. Los aztecas bajo el dominio español: 1519 – 1810. México. Siglo veintiuno: 1986.

Salvador Chavero, “Historia antigua y de la conquista” en México a través de los siglos. T 1. México. Cumbre: 1953. Dir. Vicente Riva Palacio

Soustelle, Jaques. La vida cotidiana de los aztecas. México. FCE: 1956

Tovar y de Teresa, Guillermo. La ciudad de los palacios: crónica de un patrimonio perdido. T 1. México. Vuelta: 1990.

Del acueducto de Chapultepec



Las poblaciones del lago en 1519.
Una de las avenidas que limita a la colonia Juárez, en esta Muy Noble e Insigne, Muy Leal e Imperial Ciudad de México es la Avenida Chapultepec, y ésta sigue la trayectoria de lo que en épocas del Virreinato fue el Acueducto de Belem, del que podemos encontrar algunos restos todavía. Para hablar del acueducto de Belem, es importante conocer algo de la infraestructura hidráulica desde tiempos de nuestros antepasados aztecas.

La infraestructura prehispánica
Tenochtitlan fue fundada en 1325 en un islote ubicado en la parte poco profunda de un lago, era una zona pantanosa. La manera en que se las ingeniaron los mexicas para construir la ciudad fue comercializando la fauna y flora del sitio en el que se afincaron: culebrillas, pescados, carrizales, limo, algas, y otros elementos que se recolectaban y vendían en los alrededores para obtener comida, materiales de construcción, y otros enseres.

Tenochtitlan y Tlatelolco, su ciudad gemela, crecieron en población y en área ganándole terreno al lago con las chinampas, y durante varios años la población se mantuvo ocupada en organizarse como sociedad sedentaria, construir su ciudad, y tributar al poderoso señorío tepaneca de Azcapotzalco, cuyo permiso habían obtenido para establecerse en este sitio.

Durante el reinado de Acamapichtli (mano que empuña cañas, 1375 - 1395), se hicieron obras importantes: se construyeron las primeras acequias (canales) de la ciudad y los templos fueron reformados. Las edificaciones originales de madera y barro fueron sustituidas paulatinamente por edificaciones de piedra. También se registró la construcción de algunos puentes, y un canal de abastecimiento de agua potable primitivo.

A Acamapichtli le sucedió Huitzilihuitl (pluma de colibrí, 1396 – 1417), pero fue hasta el gobierno de Chimalpopoca (el escudo humeante; 1417 – 1427) que se tuvieron algunos avances notables en obra civil, consecuencia tanto del período de paz que se tenía con Azcapotzalco, como del ascendente de Chimalpopoca sobre su abuelo Tezozomoc: se construyó hacia el poniente la calzada de Tlacopan, y obtuvo el permiso para abastecer a la ciudad con agua de Chapultepec. Con la muerte de Tezozomoc, ocurrida en 1427, se le dio carpetazo al asunto del agua de Chapultepec y quedó el acueducto en proyecto.

Con el cuarto tlatoani tenochca, Izcoatl (serpiente de pedernal 1427-1440), se liberaron los aztecas de Azcapotzalco, y formaron la triple alianza junto con Texcoco —su rey era Nezahualcoyotl—, y Tlacopan —Totoquihuatzin—. Siendo entonces la potencia política y militar del lago, los aztecas aumentaron los avances en equipamiento de la ciudad: hicieron una amplia reforma al templo mayor, construyeron el acueducto de dos caños que transportaba el agua de Chapultepec a la ciudad y las calzadas que conectaron a la ciudad hacia el sur con Iztapalapam, y con Tepeyacac al norte.

Moctezuma Ilhuicamina (1440 – 1469) quien se dio a la tarea de ampliar aún más el Templo Mayor como muestra del poderío azteca, estableció sus baños y sitio de recreo en Chapultepec, y lo más importante: junto con el rey de Texcoco, Nezahualcoyotl, construyeron el albarradón o dique de Nezahualcoyotl, que iba de Atzacoalco a Iztapalapa. Esta medida se implementó a raíz de una tremenda inundación que sufrieron en 1447, con este dique se reguló el nivel del agua de los lagos, además de separar el agua salada del extenso lago de Texcoco del agua dulce del lago de México.

Los tlatoque posteriores —Axayacatl (1469 – 1481), Tizoc (1481 – 1486), Ahuizotl (1486 – 1502, y Moctezuma Xocoyotzin (1502 – 1520)— contribuirían a que la ciudad creciera en área, equipamiento y esplendor, siendo la urbe de Moctezuma II la que encontrarían, admirarían y destruirían los españoles. Durante el sitio a las ciudades Tlatelolco-Tenochtitlan en 1521, una de las estrategias que dieron la victoria a Cortés fue cortar el suministro de agua a la ciudad destruyendo el acueducto, y demoler el dique de Nezahualcoyotl para dar acceso a sus bergantines. En poco tiempo la ciudad, ya vencida, sería destruida sistemáticamente y daría origen a la capital de la Nueva España.

Fuentes


---. Chapultepec, historia y presencia. México. Publicación privada de Smurfit Cartón y Papel: 1988.

Salvador Chavero, “Historia antigua y de la conquista” en México a través de los siglos. T 1. México. Cumbre: 1953. Dir. Vicente Riva Palacio

Soustelle, Jaques. La vida cotidiana de los aztecas. México. FCE: 1956
Imagen: Niederberger Betton, Christine (1987(1987)) Paléo-paysages et archéologie pré-urbaine du Bassin de Mexico, México: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos (CEMCA), pp. 500 ISBN: 3785726.

miércoles, 24 de octubre de 2012

De la estrategia para la estatua azerí

En relación a lo planteado en http://fabricademitos.com/de-monumentos-y-proceres/ sobre la estatua del prócer Heydar Alíyev, me quedé pensando en cómo hacer para mudarla de lugar, colocar nuestros Indios Verdes, y que todos estén conformes.

Si las autoridades competentes son hábiles, podrían llevar a cabo la re-ubicación durante la ausencia del excelentísimo embajador de Azerbaiyán. Cuando él repare en el cambio seguramente mandará a un propio a la Secretaría de Relaciones Exteriores o a la SEDUVI para pedir una explicación. Irremediablemente el personaje —que podría ser hasta el mismísimo excelentísimo— llegará a la oficina de un funcionario (es importante que todo esto ocurra con la nueva administración). Lo más probable es que se desarrolle un diálogo más o menos así:

Funcionario (F): A sus órdenes, excelentísimo señor embajador.
Embajador (E): Pues verá usted, licenciado. Estamos muy molestos porque pasamos por el Parque de la Amistad para admirar la efigie de nuestro amado Heydar Alíyev y nos hemos encontrado con que ya no está… ¡La han robado!

F: No, no se apure, excelentísimo, la estatua no ha sido robada: ha sido re-ubicada…
E: ¡Pero cómo! ¿La han cambiado de lugar?

F: No, negativo. La pieza que es objeto de su averiguación fue sometida a lo que viene siendo una re-ubicación…
E: ¿Qué no es lo mismo?

F: Pues ahora sí que pudiera ser lo mismo, pero en lo que viene siendo la terminología técnica relacionada con traslados, fletes, izamientos, sustracciones, devoluciones, y toda juerza dinámica aplicada a un bien mueble o inmueble…
E: Bien, bien, bien… pero dígame ¿Por qué ha sido re-ubicado el monumento y a dónde?

F: Sí… si me permite, excelentísimo… nomás para que quede claro y podamos hablar con claridat y entendernos… decía que toda juerza dinámica aplicada a un bien mueble o inmueble que modifique, cambie o diferéncie la posición del supradicho bien, será clasificado como re-ubicación, asegún el artículo siete, en el inciso “cé” de la ley de bienes muebles e inmuebles del Gobierno del Distrito Federal, territorio en que se circuncida la averiguación de la pieza a la que tanto usté como yo nos vamos a referir… Sólo para que quede claro, señor embajador… no me lo tome a mal…
E (algo desesperado): De acuerdo… ahora dígame ¿dónde está la estatua?

F (consultando su Ipad): Pues verá, su excelencia… este… su excelentísimo… la pieza de la que solicita la información fue removida del sitio denominado Parque de la Amistá por tratarse de un asunto que, ahora si que nosotros clasificamos de seguridá nacional…
E: ¡Seguridad nacional?

F: Sí… afirmativo, es lo que viene siendo la seguridad de la pieza, que estaba siendoooo… bueno… la agarraron de tiro al blanco durante una manifestación, por lo que se decidió la planeación de lo que viene siendo la re-ubicación del bien…
E: ¡Pero lo hicieron sin consultarnos! Yo no estaba pero dejé representación…

F: Síii… pero ahora sí que, como somos nuevos y los procedimientos también cambiaron, y en función de los agravios que venía recibiendo el mencionado bien, se decidió re-ubicar la pieza a una nueva ubicación que la protege… la seguridá, ya sabe…
E: Pero… ¿Y las estatuas que están ahora en ese parque? ¡Vimos unas estatuas verdes sobre unos pedestales nuevos! ¿Qué significa éso?

F: Aaaahhh… sí… sí mire, su excelencia, las estatuas que se miran ahora, son las que vienen siendo de los Indios Verdes que se re-ubicaron también… pero ésas son las de batalla… si las manchan no importa porque ahorita estamos juntando presupuesto para limpiarlas… pero se dejó una placa indicativa en el sitio de que allí estaba el supradicho…
E: ¿Una placa? ¿Dónde? No la vimos… ¿de qué tamaño es?

F: Pues… oraverá… como de unooos cuatro por seis…
E: ¿metros?

F: ¡Noooo excelentísimo! ¡Jia, jia. Jia! Ahora sí que me hizo reir… ¡Jia, jia, jia! Nooo… este… pulgadas… ¿no le estoy diciendo que estamos juntando presupuesto?
E (francamente molesto): ¡Pero no es posible! ¡Con todo lo que invertimos en el parque!

F (impasible): Síii… mire, pues como le comentaba yo, fue una re-ubicación más que nada por lo que viene siendo la seguridá nacional…
E: ¡Sí, sí… ya entendí! Ahora le exijo es que me diga cuál es la nueva ubicación de la estatua…

F: Sí, afirmativo… ora verá… (tecleando en su Ipad) se nos notificó que la pieza fue re-ubicada en el sitio en el que se proyecta hacer el parque…
E: ¿Parque? ¿Otro parque?

F: Síii… no me interrumpa su excelencia porque se va la señal de la güeb y ya valimos… sí, es que se va a hacer otro parque dedicado a la República de Azerbaiyán… Ora… este… la ubicación viene siendoooo: calle Londres seis, entre Bruselas y Berlín… ahí mero está…
E (pensativo): ¿Y en dónde queda eso?

F: Híjoles su excelentísimo… con todo respeto… ¡es que no me deja acabar!... Orita le explico, que está la pieza ubicada en los bajos del edificio que viene siendo el Museo de Cera. Como el inmueble presentó fracturas inquebrantables a raíz del último movimiento telúrico que se presentó, pos se va a demoler para hacer una área verde… y ese va a ser el Parque de Azerbaiyán… queda cercas de Reforma también… no hay pierde…
E: Pero… ¿por qué no enviaron al notificación? Y además, si el edificio está dañado, no debe ser muy seguro que se resguarde ahí el monumento…

F: ¡Noooombre! No se preocupe su excelencísima, el monumento está bien porque el edificio sigue en operación, entonces la gente puede admirar la pieza… orita está en el sótano pero, si su excelentísimo quiere, lo subimos para arriba a la sala de exhibición… este… lo que pasa es que el edificio se va a seguir usando en lo que se hacen los trámites: que de desalojo, que de demolición… y como es patrimonio, pos hay que des-patrimoniarlo… y eso sí es lo que tarda…
E: ¡Me rindo! Seguiré buscando al secretario de relaciones exteriores …

F: Como guste, su excelentísimo, pero le comento que todavía no tenemos… es que con eso del cambio de gabinete… sí se complica… ¡pero aquí me tiene a sus órdenes, cuando guste!