Al
fin tengo mi título de maestra. Hoy lo he recogido en el instituto en el que
estudié, y al reparar en que ahora sí ya he terminado todos los asuntos
referidos al engorroso trámite de titulación, me entró una nostalgia que no deja
de carcomerme las entrañas.
¿Nostalgia
de qué o de quién? Pues ni más ni menos de las personas con las que compartí la
época de estudios. No obstante tengo algún contacto, la neta es que sólo de
acordarme de las clases, los desvelos, los consejos, las cenitas, las tertulias
y los viajes que hicimos mis amigos y yo durante aquella etapa, siento que la
mejor manera de celebrar este logro hubiera sido con ellos, a quienes extraño
tanto, y a quienes dedico este pedazote de pergamino en el que dice que soy lo
que soy. En primerísimo lugar pienso en Alicia Carvajal y Valentina, con quienes
tengo la fortuna de poder compartir algunos momentos de charla, y en José Uribe
con quien he podido hablar por teléfono recientemente. Y no porque ya no les
vea voy a dejar de dedicar este asunto a Dora Tamayo, Leticia Gómez,
Gabriela Rodríguez, Joel Negrete, y a Ignacio Monterrubio, quienes ya sea por
FB o por correo electrónico me dan señales ocasionales de que siguen vivos y se
acuerdan de mí. Lanzo también una dedicatoria —cual náufrago en isla desierta
que lanza su mensaje en una botella al mar— a Guillermo Acero, y a
Antonio y Gualu Reboulen, a quienes les he perdido la pista y que espero que
algún día reciban mi mensaje.
También
les dedico el evento a Martha Eugenia Delfin, mi primera asesora de tesis, y a
Jesús Hernández que fue uno de los teachers
con quienes tengo la fortuna de seguir en contacto, y a los que ya no veo, pero
los recuerdo con admiración y cariño esperando que puedan leer esto: Judith de
la Torre, Octavio Contreras, Roberto Sánchez, y Javier Rico Moreno.
Tuve
la inmensa fortuna de pertenecer a una generación pequeña, y por lo mismo, una
generación en la que pudimos llevarnos muy bien, en la que conocimos enfoques
muy diferentes del mismo asunto dadas las diferentes profesiones que teníamos:
politólogos, historiadores, una arquitecta, licenciados… en fin. Tuve la
oportunidad de conocerlos y de disfrutarlos. De ahí que los extrañe tanto.
A
los maestros, muchas gracias. A los amigos, todo mi cariño.
Rio al recordar cómo nos preocupábamos, y suspiro al
recordar cómo nos reíamos…